Tan sólo los que tienen mascotas saben lo triste que uno se queda cuando nos abandonan estos pequeños seres que comparten nuestras vidas durante unos años. El pasado 21 hizo tres años que Mendy nos dejó, le faltaban unos días para cumplir los 15 años.
Aunque no siento la tristeza que tenía ese día, todavía lo tengo en mi mente y echo mucho de menos los saltos de alegría que daba al verme. Los dos éramos inseparables, cuántas horas de mi vida durante esos 15 años he pasado con él, y cuántas horas de sueño me ha quitado, pero nunca me importó el tener que levantarme todos los días, incluso los más fríos del invierno y sacarle a pasear cuando todavía era de noche.
No os he comentado que nació en Lima Perú, tenía 9 años cuando vino a España y vivió cuatro años en Barcelona, en el barrio de La Sagrada Familia, y el resto como ya os he comentado en La Rioja.
Aquí también tuvo la suerte de poder pisar la nieve como un buen Husky Siberiano. De hecho sus últimos días de vida fueron blancos y los más fríos que él pasó en todos sus años
Cuando ya nos había dejado, y salí al jardín me lo encontré todo el decorado con sus pisadas, deseaba que subiese la temperatura para que desapareciesen, pues eso todavía me ponía más triste. Ese día le escribí a una amiga y por lo visto le conté lo de las huellas, y lo mal que me encontraba. Ella es escritora y decidió escribir un relato sobre Mendy. Un día me mandó un mensaje en el que me decía
"Acaban de publicar un libro en el que hay un relato mío. Espero que te guste, pero no llores por favor.
el cristal de agua enmarcó sus pisadas volviéndolas indelebles, intangibles dentro de aquella urna.
Aunque no siento la tristeza que tenía ese día, todavía lo tengo en mi mente y echo mucho de menos los saltos de alegría que daba al verme. Los dos éramos inseparables, cuántas horas de mi vida durante esos 15 años he pasado con él, y cuántas horas de sueño me ha quitado, pero nunca me importó el tener que levantarme todos los días, incluso los más fríos del invierno y sacarle a pasear cuando todavía era de noche.
La suerte que tuvimos él y yo, fue venir a vivir a La Rioja, aquí tenía un jardín en donde poder hacer sus necesidades sin tener que sufrir y aguantarse a que yo lo sacase.
Siempre vivió con nosotros dentro de un piso, pero al llegar aquí, nunca más conseguí que entrase en casa y, aunque la temperatura fuese bajo 0, él en la calle que se quedaba.
Hasta le engañaba con galletas para que entrase, y a los cinco minutos ya lo tenía en la puerta llorando para que le abriese la puerta, y allí que se quedaba. Dormía encima del felpudo guardando la puerta.
Aquí también tuvo la suerte de poder pisar la nieve como un buen Husky Siberiano. De hecho sus últimos días de vida fueron blancos y los más fríos que él pasó en todos sus años
Cuando ya nos había dejado, y salí al jardín me lo encontré todo el decorado con sus pisadas, deseaba que subiese la temperatura para que desapareciesen, pues eso todavía me ponía más triste. Ese día le escribí a una amiga y por lo visto le conté lo de las huellas, y lo mal que me encontraba. Ella es escritora y decidió escribir un relato sobre Mendy. Un día me mandó un mensaje en el que me decía
"Acaban de publicar un libro en el que hay un relato mío. Espero que te guste, pero no llores por favor.
MENDI
Conocí a Mendy en Lima, En euskera su nombre significa "montaña" Después se mudó a Barcelona donde vivió frente a los cuadros y fotografías de Frances.
Algunas veces traspasaba estas imágenes y emergía desde ellas mirándome desde el otro lado.
Apreciaba la comida con el sigilo y la aviesa curiosidad de un gourmet
Ahora han pasado doce años desde la primera vez que lo vi. Después lo trasladaron de Cataluña a La Rioja.
Ayer nevó allí copiosamente y sus huellas excavaron la superficie del jardín. Después el paisaje se convirtió en un grabado helado yel cristal de agua enmarcó sus pisadas volviéndolas indelebles, intangibles dentro de aquella urna.
Por la tarde, comenzó junto al fuego el sueño del que ya no regresaría.
Cuando Frances comprobó a la mañana siguiente que ya dormía para siempre, salió al jardín e intentó borrar sus
marcas, ayudándose desaforadamente con un pico inadecuado bajo las lágrimas imparables que quemaban las firmas de
la ausencia de Mendy. No quería que su hijo viera las señales de su partida congeladas entre las insólitas anémonas brillantes y blancas bajo la escarcha.
Todos creemos, a veces, que la muerte hará una excepción, hasta que llega irremisiblemente y junto con ella el desengaño.
Él vivió más de una década bajo la línea imaginaria del Ecuador aunque era originario de Siberia, “tierra dormida” en turco y murió como le correspondía: entre abetos
nevados y montañas como su nombre. Un desenlace de su destino, tal vez escrito de forma permanente, en las hélices de su genética.
Desde la ventana de la cocina, Frances ve alejarse al veterinario sobre la nieve removida, embarrada y el hielo picado.
Una lámina transparente quebrada para ocultar que ella no supo mirar las huellas de alguien que ya no estaba.
Rosario Raro López
Tengo que decir que me ha encantado, y que cada vez que lo leo, se me pone un pequeño nudo en la garganta.
Mendy, siempre te recordaré
Emociona hasta la lagrima cuando te das cuenta de lo profundo que puede llegar a calar la huella que marcan en la vida de uno.
ResponderEliminarMe has hecho recordarlo, se les quiere mucho, y sufrí tanto, que decidí no tener otro. Ahora, como me imagino que ya sabes, tengo gatos, dos dentro de casa y tres fuera, también los quiero, pero son más independientes y nada que ver, con la relación que uno tiene con un perro.
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